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Mire Al Hijo

Corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe. Hebreos 12:1-2
La mayor parte de las mañanas me arrastro fuera de la cama y ¡ la calle!… Pero corro. Corro porque no me gustan los cardiólogos.
Puesto que la enfermedad del corazón recorre mi familia, yo recorro mi barrio. Cuando el sol sale, estoy corriendo. Mientras corro mi cuerpo gime. No quiere cooperar. Me duele la rodilla. Tengo la cadera rígida.
Los talones se quejan. A veces los que pasan se ríen de mis piernas, y mi ego queda adolorido.
Las cosas duelen. Y por eso, he aprendido que tengo tres opciones. Volver a casa (Denalyn se reirá de mí).
Meditar en mis dolores hasta que comience a imaginar que me duele el pecho (pensamiento placentero). O puedo seguir corriendo y contemplar la salida del sol.
Mi ruta se dirige al oriente y me da un asiento en primera fila para el milagro matutino de Dios. Cuando veo que el mundo de Dios pasa de oscuro a dorado, ¿saben qué? Lo mismo ocurre en mi actitud. El dolor pasa y las articulaciones se relajan, y antes de darme cuenta, la carrera ha pasado de la mitad y la vida no es tan mala. Todo mejora cuando pongo los ojos en el sol.
¿No consistía en eso el consejo de Hebreos?
Puestos los ojos en Jesús.
Escrito por Max Lucado

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