Y Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación. Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto. Génesis 45: 7 – 8
Vemos en estos versículos que José no culpa a sus hermanos por haberlo vendido como esclavo y por la vida que le tocó vivir. El más bien reconoce que Dios los usó a ellos para que él pudiera ayudar a toda su familia a sobrevivir. No vemos ninguna señal de amargura o resentimiento en contra de ellos. El más bien vio esto desde el punto de vista divino: fue Dios que lo envió a Egipto y lo colocó en el lugar que lo colocó porque tenía un propósito para él.
¿Cuántas veces en nuestra vida culpamos a otros, al mundo o aún a Dios por las circunstancias adversas que estamos viviendo? Tristemente tendemos a ver toda situación desde un punto de vista meramente humano, en contra de nosotros. Pero los quiero animar a que, como José, miremos las circunstancias adversas de nuestra vida desde el punto de vista divino: Dios tiene un propósito para nuestra vida y muchas veces El usa esas circunstancias adversas para lograr ese propósito en nosotros. Así que la próxima vez que te enfrentes a una circunstancia adversa, contraria a lo esperado (y que no estás metido en ello por tu pecado), miralo desde el punto de vista divino y busca Su propósito en medio de ello. Porque con esa actitud veremos ese propósito hecho realidad, y no lo truncaremos.
Escrito por Rebekka Otremba